¿Estás embarazada? ¿Lo has estado recientemente? Seguramente recordarás o te estarás dando cuenta que sueñas con más frecuencia, o que tus sueños son más vívidos, “casi reales”, y que los puedes evocar con una profunda nitidez. También es probable que te vengan a la memoria eventos importantes que estaban completamente olvidados, que revivas emociones muy antiguas por detalles que ahora captas sorprendentemente, o te das cuenta de que tu intuición y percepción están más agudizadas, estás más perspicaz.

Toda esta “sensibilidad psíquica” es una característica especial de la gestación, y nos ocurre a todas como consecuencia del intenso trabajo psíquico que realizamos para asimilar los cambios que nos suceden, y los que están por venir.

 El embarazo es un proceso vital único en la vida de toda mujer, es un tiempo en el que no sólo el bebé se desarrolla y madura dentro de la madre, sino en el que ella también atraviesa por un crecimiento personal transformador psíquica y biológicamente hablando. Durante 9 meses suceden cambios que son una oportunidad para prepararse para la maternidad a corto, medio y largo plazo, así como paralelamente para la paternidad.

Durante esta aventura es posible tener un acercamiento a ciertas zonas de la psique las cuales normalmente no se encuentran accesibles a la consciencia. A esto se le denomina Transparencia Psíquica[1], y es una característica única y exclusiva de la gestación.

Pero, ¿de qué se trata exactamente? A medida que vamos creciendo, la psique genera “barreras” que los psicólogos denominamos “mecanismos de defensa”, los cuales nos permiten funcionar en el día a día. Los mecanismos de defensa tienen dos funciones básicas: una primera que es más bien de carácter práctico (estabilidad psíquica operativa), y una segunda que tiene como finalidad protegernos de la angustia excesiva y de afectos abrumadores (entereza anímica subjetiva). Con respecto a la primera, su trabajo es disociar, escindir, retirar la atención u olvidar para poder ser operativos en nuestros quehaceres diarios, pues hay una gran cantidad de información que debemos apartar de nuestra conciencia. No es posible ser conscientes de todo el tiempo, por lo cual hay contenidos que es imprescindible colocar en el Inconsciente, no solo por priorizar sino también para hacer la realidad psíquica soportable, más llevadera.

En lo referente a la función protectora, los mecanismos de defensa también impiden que aquellos recuerdos de experiencias emocionalmente significativas que en su momento no hayamos podido o sabido gestionar por falta de herramientas, y que si emergen a la conciencia pueden resultar insoportablemente dolorosas, se mantengan a raya.

La Transparencia Psíquica abre una ventana viable hacia ese mundo interior que suele estar más bien velado; ventana que se “cierra” aproximadamente a los 3 meses postparto. Se caracteriza por una creciente sensibilidad emocional durante el embarazo, en la que resurgen recuerdos de la niñez y pueden reactivarse procesos psicológicos anteriores no resueltos, reagudizar duelos pendientes o dar paso a la aparición recuerdos traumáticos.

La gestación reactiva antiguos conflictos, revitalizando procesos emocionales tempranos que ahora están siendo reintegrados a través de esta experiencia. ¿Porqué? Pues porque durante el embarazo se da esa “permeabilidad” involuntaria, una suerte de pérdida óptima y oportuna de barreras internas entre niveles de conciencia y en la memoria. Con lo cual, pensamientos, sentimientos y fantasías que usualmente se dan de manera subliminal (es decir por debajo del nivel de conciencia), emergen a la conciencia y deben ser: o debidamente atendidos, o mantenidos a raya con grandes esfuerzos.

Al mismo tiempo, es posible recordar algunas de nuestras vivencias infantiles, reconectar con las heridas que nos dejaron, abriéndose así una oportunidad para resignificarlas con el propósito de que éstas no nos sigan condicionando como lo han venido haciendo y, sobretodo, para que no “contaminen” o generen ruido en el establecimiento del vínculo o en la relación con el bebé por venir. Este fenómeno hace del embarazo un período especialmente apto para el abordaje terapéutico de las dificultades emocionales que pueda presentar cada mujer, o de los conflictos dormidos que el embarazo despierte.

Ante esto, las mujeres escogen uno de estos dos caminos: algunas se vuelven más introspectivas y escuchan, mientras que otras le dan la espalda a todo este contenido, intentando mantenerlo al margen o restándole importancia. No obstante, en algún momento de la gestación inevitablemente la mayoría de las mujeres experimentarán un abanico de cambios de humor, deseos intensos, emociones agudizadas, lapsus de memoria, sueños abrumadoramente vívidos, o sorpresivos flashes y insights.

Así, ¿cómo podríamos utilizar el embarazo como herramienta de indagación personal? Pues estando atentas y con disposición a asumir, no pasando por alto o descartando como meras “tonterías” cualquier intuición, fantasía, imagen repentina, o ensoñación, y entablando seguidamente un diálogo con los propios miedos o fantasías respecto al embarazo, el parto o el bebé. No olvidemos que los miedos siempre nos hablan de algo íntimo, nos cuestionan en nuestra más absoluta singularidad. Independientemente de que todas las mujeres puedan sentir una cierta ansiedad por cómo va a ser el momento del parto, por ejemplo, la manera como ese temor se expresa en cada una de nosotras, habla específicamente de ti y, en este sentido, es una grandísima oportunidad para conocer más de ti misma. Otra herramienta que puedes tener a mano es estar atenta a los sueños, a las imágenes que aparecen y a lo que ellas transmiten.

Ahora bien, puesto que todas tenemos un punto ciego sobre nosotras mismas, hay muchos aspectos de este proceso que podrían pasarse por alto si se hace de manera solitaria, aislada, sobretodo si no estamos acostumbradas a este tipo de introspecciones y a interpretar este tipo de lenguaje cargado de simbolismo. Si realmente es un trabajo que quieres hacer, lo ideal sería hacerlo en un proceso psicoterapéutico, acompañada de un psicólog@ perinatal.

[1] El término fue acotado por Monique Bydlowsky en su libro La Deuda de Vida. Itinerario Psicoanalítico de la Maternidad, en el año 2007.

Psicóloga Perinatal, con formación en psicología clínica y terapia de pareja y familia, especializada en maternidad, paternidad y crianza, y orientada desde la crianza respetuosa y el ecofeminismo.

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