Existen muchos aspectos del postparto que hasta que no se viven en carne propia, suelen ser desconocidos por ambos miembros de la pareja. No importa cuantos cursos de preparación al parto se hayan hecho, o cuantas medidas se hayan tomado para facilitar el momento de la llegada del bebé. A nivel relacional la pareja debe recolocarse, y esto es algo que habitualmente pilla por sorpresa tanto a hombres como a mujeres.

A menudo atiendo en mi consulta a parejas fracturadas por el postparto y la crianza; vienen a consultar porque, por un lado, se les ha hecho difícil establecer nuevos acuerdos y dinámicas de funcionamiento, y por otro, se sienten desbordad@s pues la presencia del bebé ha hecho que salten a la vista antiguos conflictos y situaciones no resueltas que l@s colocan ante una encrucijada: o se adaptan a la nueva situación, generando un cambio de dinámicas transformándose como pareja, o se genera un distanciamiento que hace que la relación se enfríe, se pierda el afecto por el otr@, y la pareja acabe separándose (física o emocionalmente hablando).

Pero, ¿qué es lo que necesita una mujer de su pareja durante el postparto?

Primero que nada es importante aclarar que cada postparto será diferente dependiendo tanto de un abanico de variables externas, como de la subjetividad individual de cada quién. Así, al hablar de postparto hemos de tener en cuenta cómo ha sido el embarazo y que tipo de parto se ha tenido, el cual conlleva implicaciones físicas importantes, muchas de las cuales tienen secuelas directas en la instauración exitosa de la lactancia y, más adelante, en el restablecimiento de una vida afectiva y sexual satisfactoria, cuya vivencia requerirá de una recuperación física y psicológica diferente.

Durante el postparto inmediato, que es el período que va desde la primera noche o el primer día que pasamos en el hospital hasta más o menos el segundo mes del bebé, las mujeres necesitan comprensión, ayuda y apoyo. Se trata de un período muy intenso en el que la dedicación al bebé es total: es el momento de la instauración de la lactancia, de aprender a ganar seguridad en el trato con el recién nacido, de subidón hormonal, de ir entendiendo las claves del bebé y poder avanzarse a sus demandas. En este período no existe la pareja como tal; el cuadro muestra, más bien, a dos adultos que están conviviendo y tratando de entender y conocer a un recién nacido.

Un momento crucial dentro de este primer período es la incorporación del padre al trabajo. Por lo general, las madres temen la llegada de ese día ya que representa, de alguna manera, la “vuelta a normalidad”, es el momento a partir del cual es la madre la que tiene que hacerse cargo del cuidado del bebé durante la mayor parte del día, lo cual al principio puede dar un poco de vértigo.

El segundo momento del postparto comienza después de la cuarentena. Las mujeres suelen tener un alta ginecológica, el bebé ya gana peso con normalidad, se ha adquirido una cierta destreza y confianza en la lactancia, las noches, los cambios de pañal, etc. En cierto sentido se ha llegado a un “nuevo orden”. Es aquí donde las mujeres suelen encontrarse con dos situaciones, la primera es la soledad del postparto: el aislamiento, la monotonía y el cansancio que puede implicar el cuidado de un bebé pequeño teniendo al alcance pocos o ningún referente válido. Esta es una realidad muy desconcertante porque no sólo las mujeres se dan cuenta de que no estaban preparadas para aquello y de que nadie les había contado que era así, sino que además, deben realizar una ardua búsqueda para conseguir espacios donde relacionarse con otras mujeres en su misma situación vital y hacer un poco de tribu. (Si te interesa leer más al respecto puedes pichar aquí)

La segunda situación con la que se encuentran es que, en muchos casos, ni tienen deseo, ni están preparadas para retomar la vida sexual con su pareja, habitualmente demandante y para la que una cosa es comprender y otra es aceptar convivir con ello. Durante mucho tiempo después de que ha nacido una criatura, el sexo pasa a estar en la última de la lista de prioridades o intereses; de esto, si no se habla abiertamente, pueden proceder desencuentros, discusiones y/o distanciamientos. (Si te interesa leer más al respecto puedes pinchar aquí)

El hombre (o la pareja), en cambio, al volver a la rutina del trabajo suele volver a “la rutina de su vida”. Él no ha perdido el espacio de individuación que el trabajo le comporta; él sigue siendo el de antes, el de siempre, puede retomar con relativa libertad sus actividades de ocio, sus costumbres… y en cierta medida espera también poder recuperar a su mujer, a “la de antes”… encuentro que, por lo general, suele tardar bastante más en llevarse a cabo.

Hay un aspecto muy importante a tener en consideración cuando hablamos del postparto a nivel psicológico, y es el fuerte vínculo emocional madre-bebé: cuando nace el bebé se da una separación física de su madre, más no emocional. A esto se le llama simbiosis, es una codependencia que se considera necesaria y natural ya que el recién nacido requiere casi exclusivamente de su madre para su supervivencia en términos de alimentación, cuidados, movilidad, etc. durante los primeros meses de vida. La madre también vive un proceso análogo de unión emocional con su bebé y es indispensable que así sea, pues es lo que garantiza que esa mujer pueda ser capaz de ofrecer a su hij@ las atenciones y cuidados constantes que requiere.

Durante este período la función del padre tiene que ser la de ser el sostén emocional que su pareja necesita para poder llevar a cabo su labor de maternaje.

Este sostén o apoyo emocional suele ser algo difícil de asumir, y a veces hasta de entender para los varones tradicionales, ya que hace referencia al cuidado y la contención ejercidos por el padre hacia la madre para que ella pueda cumplir con su función maternal. Requiere de una actitud muy activa que, según Laura Gutman implica:

  1. Facilitar la simbiosis mamá-bebé, permitirla y defenderla. Durante el postparto inmediato, para que una madre pueda estar en las mejores condiciones para sumergirse en el vínculo con su criatura, lo ideal es que pueda despojarse de la mayoría de preocupaciones posibles que no tengan que ver con el bebé. Para que esto se dé hace falta una alta implicación y capacidad de gestión por parte de su pareja en responsabilidades varias relacionadas con el manejo del hogar y lo cotidiano.
  2. Defender la relación madre-bebé del mundo exterior. Resguardar el nido, no dejar que a su mujer la apabullen con consejos, críticas, sermones sobre lo que hay y lo que no hay que hacer. Ser intermediario, convertirse en una muralla entre el mundo íntimo y el mundo externo.
  3. Proteger, contener, moderar, empatizar y brindar confianza. Cuando se tiene un recién nacido hay muchos momentos de tensión por no saber qué le pasa; hay dudas de si se está haciendo bien un sin fin de cosas relacionados con su cuidado, etc. La palabra del compañero que aporta confianza, que entiende la desesperación, el cansancio, la inseguridad, que aporta otras opciones a hacer, que ofrece otra perspectiva a la problemática, que está dispuesto a hacer relevo para que una descanse, incluso que da cierta “ligereza” a alguna situación dramática que una se haya podido montar en la cabeza, trivializándola un poco (desde la empatía y el respeto, no desde la burla o el sarcasmo) es de muchísimo valor durante el postparto.
  4. Aceptar y amar a su mujer. Lo principal en este período es no cuestionar las decisiones o intuiciones sutiles de la madre que surgen de manera inexplicable, ya que responden a un viaje interior en el cual está embarcada y del cual no tiene control. El padre no debe constituirse en un enemigo pidiendo argumentaciones, cuestionando decisiones o dando consejos. Al menos no en este primer período.

Ahora bien, una cosa ha de quedar clara. Para que un hombre pueda sostener emocionalmente a su pareja puérpera, es necesario que sea algo que ya sepa hacer de antes con lo cual tendría que, al menos, saber encargarse de su propia vivencia emocional y ser responsable de sus propios cuidados. Si antes de tener un bebé esta responsabilidad estaba colocada sobre la mujer siendo ella la que se encargaba de sostener emocionalmente a su pareja, es muy probable que él no pueda, no sepa o le cueste mucho asumir este rol.

Y podríamos decir, el padre también se ha estrenado como padre ¿quién lo sostiene a él? Por un lado ha de estar sostenido por su propia estructura emocional. No ha pasado por el volcán físico, hormonal y emocional del parto, con lo cual su conexión con el mundo está intacta, por muy cansado que él también pueda estar. Por otro, lo sostiene el trabajo que sigue siendo su lugar de identidad y de posición social. Y, finalmente, lo sostiene el tiempo de ocio –realidad pequeña pero poderosa-, una cierta autonomía y libertad que sigue manteniendo, a pesar del nacimiento de su hij@.

Una de las dificultades más importantes a la hora de lidiar con todo esto es que nadie lo explica anticipadamente. A menudo escucho en consulta quejas por parte de los maridos diciendo que sus mujeres están “demasiado pendientes de sus bebés”. Muchos hombres encuentran este estado de alerta, de constante conexión, excesivo, pero, si el vínculo entre la madre y el bebé se ha dado adecuadamente, al principio al menos, la relación no puede ser de otra manera. A medida que el bebé se va haciendo mayorcito, la madre puede ir dosificando esta conexión, puede ir teniendo espacios psíquicos para conectarse con otros, pero esto va dándose poco a poco, mientras tantos los hombres han de asumir que la paternidad también implica renuncias y que, al menos mientras los hij@s son pequeñ@s, el principal sacrificio será el del tiempo para compartir con su pareja “como antes” y el conectarse emocionalmente con ésta “como antes”. El vínculo y las dinámicas de pareja requerirán de una transformación y adecuación a las necesidades vitales del recién llegado hij@.

 

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Psicóloga Perinatal, con formación en psicología clínica y terapia de pareja y familia, especializada en maternidad, paternidad y crianza, y orientada desde la crianza respetuosa y el ecofeminismo.

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