Aunque parezca difícil de creer, el nacimiento de un hij@, por muy desead@ y buscad@ que haya sido, es una de las principales causas de crisis, e incluso de ruptura, de la pareja. El mayor porcentaje de separaciones matrimoniales se produce cuando alguna de las criaturas no llega aún a los 3 años de edad. ¿Porqué?

Habitualmente cuando esperamos a nuestro primer hij@, fantaseamos sobre cómo va a ser nuestra vida cuando seamos m(p)adres. Las expectativas empiezan a aparecer desde el mismo momento que tenemos la confirmación médica de que todo marcha bien. Seguidamente, vienen los miedos y las inseguridades de si podremos o no ser buenos p(m)adres, de si estaremos a la altura de lo que la tarea requiere, etc. Sin embargo, poco pensamos y conversamos sobre cómo se va a transformar nuestra relación de pareja ni sobre el estilo de crianza que queremos llevar, cosa que en cierta media es comprensible, ya que en cierto grado no podemos ni imaginar qué transformaciones se van a dar ni cuál es la implicación y dedicación que tendremos con nuestra criatura.

La pareja no es un elemento estático ni inmóvil, bien al contrario, se va transformando en la medida en que van cambiando nuestra vida, nuestras circunstancias laborales, económicas, sociales y familiares; y en la medida en que se va profundizando y fortaleciendo el vínculo, a su vez, la pareja tampoco es inmune a la cultura y las modas sociales que puedan aparecer en un momento determinado. Del mismo modo, las dinámicas y las prioridades dentro de la pareja cambian con la llegada del primer hijo, y vuelven a cambiar con la llegada de un segundo y así sucesivamente y, mientras los niñ@s se encuentran en la primera infancia (período que va de los 0 a los 3 años), los espacios para compartir en pareja son sino limitados, al menos diferentes y, la mayoría de las veces esto nos toma completamente por sorpresa, tanto a hombres como a mujeres.

Con frecuencia me encuentro en la consulta a muchas parejas que tras haber tenido un hij@ pasan un período en el que casi no se reconocen; hay distancia emocional y muchas quejas de parte de ambos, pocos espacios para conversar pausadamente y en cambio muchas discusiones por situaciones que antes eran más o menos irrelevantes, hay cansancio sostenido por el cuidado constante de un bebé o de uno o más niñ@s pequeñ@s, por la presión del peso del hogar y de lo económico, por las dificultades de conciliar, y descontento por los roles que asume cada uno dentro de la crianza. Cada familia lleva su «pack» especial dependiendo de su idiosincrasia particular, pero todas entran de una u otra manera dentro de esa nueva dinámica.

¿Y que es lo que ha pasado?

Cada familia tiene su historia particular que hará que la problemática se centre más en uno u otro aspecto, pero en general se pueden enumerar brevemente algunos elementos comunes:

  • La vivencia del embarazo y el parto. Algunas veces ya desde el mismo momento del embarazo pueden empezar a aparecer síntomas de que la pareja no marcha bien, en muchos casos expresado en el área de la sexualidad: cierto descontento porque a uno de los miembros de la pareja no le apetece tener relaciones sexuales por temores, por aprehensiones o por falta de deseo. Otra área en el que se expresa es que el hombre puede tomar cierta distancia de los preparativos de la llegada del bebé, o no vive el embarazo con la misma ilusión que la mujer, lo cual suele generar en ella inseguridades de su futura vinculación como padre, además de sentirse herida o sola. El parto, por otro lado, su vivencia, si ha sido un parto respetado o no, con muchas o pocas secuelas físicas o psíquicas, si la mujer se ha visto vulnerable o empoderada, son elementos que la marcarán para toda la vida y esta experiencia teñirá de alguna manera su relación con la sexualidad y con su pareja.
  • El período del postparto. Ese momento físico y emocionalmente intenso que comienza cuando nace nuestra criatura y que acaba… ¿con la cuarentena? ¿a los 3 meses, a los 6, a los 9, a los 2 años? El postparto tiene implicaciones físicas importantes, muchas de las cuales conllevan secuelas directas en la instauración exitosa de la lactancia y, más adelante en la recuperación de una vida sexual satisfactoria. Está directamente relacionado con el tipo de parto que se haya tenido y que va a generar, psicológicamente hablando, un estado diferente en la mujer, con lo cual, un “estar” con el bebé y con la pareja, que estará tocado por esa experiencia. (Si quieres leer más sobre los Aspectos Emocionales del Postparto pincha aquí). Y aquí ya entramos en el mundo de lo emocional. Ni los hombres ni las mujeres tenemos idea de todo esto hasta que estamos en el meollo. Los hombres que cuentan con una madurez emocional, que saben hacerse cargo de sí mismos y que están conectados con su pareja, suelen saber apoyar, acompañar y sostener las necesidades de la nueva madre durante este período tan importante. Los hombres inmaduros, dependientes y egocéntricos tienen muchas dificultades para entender el cuidado que su pareja necesita.
  • Las necesidades de cuidado continuo del bebé. Muchas veces es algo que no nos esperamos, nos hemos creído el cuento de que el bebé no hace más que «comer y dormir» y nada más alejado de la realidad. Los bebés requieren de mucho soporte físico y, sobretodo, emocional. Cada etapa tiene su distinción particular, pero hasta los 3 años, sus m(p)adres constituyen el referente emocional principal a partir del cual la personalidad de la criatura va a ser construida. ¡Gran tarea, sin duda! pero ¿qué pasa cuando no hemos hablado con la pareja sobre cómo les queremos criar? ¿dónde queremos que duerma? ¿cómo queremos que coma? ¿cómo se instauran los límites y la disciplina? ¿en quién confiamos para que le cuiden? ¿a qué edad queremos que vayan a la escuela? ¿Qué tipo de educación queremos que reciba?… Temas que pueden generar, sin duda, grandes batallas campales y desencuentros importantes en la pareja.
  • El peso de la rutina y de las tareas del hogar. Cuando los hij@s son pequeñ@s las rutinas pueden ser bastante monótonas y desgastantes, sobretodo los dos primeros años en los que las necesidades de la criatura no dan tregua y algunas cosas tienen muy poco margen de variabilidad. Esto puede representar una sombra importante para la relación de pareja, no nos olvidemos que tan sólo 1 año antes podíamos improvisar una cena, una quedada con amigos o ir a pasar un día a la playa, lo único que se necesitaba era un poco de disposición para ello. Por otro lado, las tareas de las casa se hacen interminables y agotadoras, antes quizás no importaba tanto quien tiraba la basura, hacia la colada u ordenaba la cocina, a eso se le ha de sumar la presencia del bebé y sus cuidados. A menudo encuentro en la consulta que las mujeres se quejan de llevar ellas todo el peso de las tareas domésticas y de tener poca colaboración por parte de sus compañeros con lo cual una prenda de ropa olvidada accidentalmente en el suelo del lavabo se puede convertir en una discusión de horas.
  • El cambio en la relación sexual. Y no me refiero sólo al cambio en las relaciones sexuales (frecuencia, calidad, duración, etc.) sino al cambio en la relación erótica en la pareja. Si quieres leer a profundidad sobre este tema en específico, puedes clicar este post pero, de manera resumida, la sexualidad en la pareja también ha de resituarse. Ambos miembros tienen que aprender a relacionarse con un nuevo cuerpo (¡y no sólo el de la mujer, que ahora es madre, que quizás amamanta, etc.!) y a establecer nuevas dinámicas, al menos durante el primer año de postparto, en donde el juego, las muestras de afecto y el erotismo quizás necesitan de un protagonismo especial, más que la relación sexual en sí, y este es un chip que a algunos hombres les cuesta cambiar (parece que cada vez menos). Con lo cual muchas veces las mujeres rechazan las expresiones de afecto de sus compañeros pensando que si son receptivas a ellas quizás él reciba el mensaje de que están dispuestas/deseosas a tener relaciones, también se pueden dar casos de mujeres con muchas ganas de tener intimidad y hombres inhibidos o sospechosamente inapetentes. Todas estas cosas deben hablarse entre la pareja: mucho y sin tabúes… Pero de esto hablaré en otra entrada.
  • La transformación de la maternidad. Es innegable que la maternidad es una revolución que se genera dentro de nosotras y que nos pone la vida, las prioridades, los planes de futuro y las expectativas completamente patas arriba. Nos tomará un tiempo recolocarlo todo, encontrar un nuevo orden y alguna vez pasará que cuando creemos haberlo encontrado, alguna necesidad de nuestra criatura nos hace cuestionarlo todo de nuevo. Esto sobretodo se expresa a nivel emocional. Dice Laura Gutman que «cada bebé es una oportunidad para su madre para rectificar el camino del conocimiento personal, para sacar a la luz viejas heridas y realizar las sanaciones adecuadas»[1]. No teníamos ni idea de que el amor fuera algo así de potente, de que un ser tan pequeñito tuviera un protagonismo tan fundamental en nuestras vidas. Algunos hombres también viven la paternidad de una manera parecida, otros se relacionan con sus hij@s desde un lugar menos «intenso» (esto no quiere decir que no les quieran, sino que son uno más de los elementos importantes de su vida). Sea como sea, los hombres suelen encontrarse perplejos ante esta nueva mujer capaz de revolucionarlo todo y de poner cualquier cosa en jaque por su criatura; al principio puede pensar que es consecuencia de lo “hormonada” que está su mujer, del cansancio, de la instauración de lactancia, etc. Quizás alberguen la esperanza de que pasada la cuarentena (que en realidad no es para nada el fin del puerperio) reencontrarán a su mujer normal y corriente, la de siempre. Pero resulta que este reencuentro no llega nunca, al menos no durante los primeros dos años; y si hablamos de un hombre con algunos elementos inmaduros, dependientes o infantiles, empezarán a surgir desencuentros y discusiones, sobre todo, porque la mujer-madre no podrá sostener emocionalmente a su marido-niño, sólo tendrá espacio para maternar a su hijo. Esto muchas veces puede hacer que el hombre se sienta rechazado, desplazado, excluido, pues ya no hay nadie que cuide de él.
  • El tiempo de ocio. Algo muy preciado y sostenedor dentro de la pareja que, momentáneamente, se ha perdido. Con un bebé en casa hay pocos momentos disponibles, de hecho, la mujer tiene todo su espacio psíquico ocupado, y cuando el bebé le da una tregua, lo que realmente quiere es tiempo para sí misma. Por el contrario, el hombre se encuentra con su espacio psíquico disponible (cuenta con el trabajo y la vida «en la calle»), por lo que demanda a su mujer más tiempo de pareja. Aquí nuevamente se produce el desencuentro. Cada uno necesita algo diferente con lo cual, se hace necesario conversarlo y llegar a acuerdos que sean convenientes para ambos.
  • Los estilos de comunicación. En medio de las discusiones, sobre todo cuando se arrastra cansancio y sueño acumulado, la manera como se comunica una pareja puede mejorar o, por el contrario, empeorar el problema. Debemos preguntarnos si sabemos hacer demandas de la manera adecuada, expresando realmente lo que estamos sintiendo sin caer en acusar o culpabilizar al otro de la situación, si realmente escuchamos al otro cuando hablamos o sólo usamos sus argumentos para contraargumentar, si somos capaces de ver y entender las necesidades que pueda tener el otro y tener disposición para ayudarle, etc.
  • La familia extensa. Algunas veces contamos con abuelas (madres y suegras) maravillosas, que nos apoyan en la crianza que hemos decidido tener sin cuestionarla, nos echan un cable, y nos ayudan a recuperar un poquito los espacios de intimidad tan escasos entre la pareja. Otras veces, menos afortunadas, tenemos madres o suegras intrusivas, que critican, ponen en duda y nos infantilizan, si te interesa leer más sobre este tipo de abuelas, picha aquí. La manera en la que una pareja afronta y limita a la familia extensa, puede fortalecer o debilitar el vínculo entre ellos.
  • La existencia de problemas anteriores no resueltos.  Así lo expresa Gutman: «La aparición del recién nacido, la ruptura emocional que esto produce en la madre, la travesía por el puerperio, la pérdida de referencias de identidad y sobre todo el cansancio, ponen en evidencia ciertos funcionamientos dentro de la pareja que repentinamente se vuelven intolerables cuando antes no generaban conflicto»[2]. Es así como, en muchísimos casos, no es la presencia de l@s niñ@s pequeñ@s lo que desorganiza a la pareja, sino que dicha presencia pone en evidencia el funcionamiento original de la misma, el cual, dada las circunstancias actuales se hace insostenible.

Establecer acuerdos previos al nacimiento de los hij@s es primordial, evaluar lo que esperamos el uno del otro y conversar sobre si el otro está en capacidad de ofrecer eso o no, ver como son nuestros roles y redefinirlos si hace falta, estudiar juntos la historia personal de cada uno, los patrones de crianza vividos, los valores dentro de los cuales se ha crecido, negociar qué hacer con las diferencias. Se hace necesario revisar y repactar todos los acuerdos tácitos de la pareja, leer la letra pequeña ya que las condiciones cambian con el nacimiento de l@s hij@s, se pasa de ser pareja a ser familia y si se quiere sobrevivir en el intento, necesariamente hay cláusulas que revisar y modificar, pero esto sólo es posible si estamos acostumbrad@s a comunicarnos entre nosotr@s, a contarnos lo que nos pasa y a respetarnos y tenernos confianza. Y si ya ha nacido el primer hij@ y nos encontram@s con que esta tarea no ha sido hecha, se ha de tomar como una oportunidad para el crecimiento y el fortalecimiento de la pareja, y si es necesario, buscar a un profesional de escucha atenta y receptiva que nos pueda ayudar y acompañar en este proceso.

 

[1] Laura Gutman (2003). La Maternidad y el Encuentro con la Propia Sombra

[2] Laura Gutman (2009). La Familia nace con el primer hijo. Historias de parejas con niños pequeños.

Psicóloga Perinatal, con formación en psicología clínica y terapia de pareja y familia, especializada en maternidad, paternidad y crianza, y orientada desde la crianza respetuosa y el ecofeminismo.

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