Hace poco vi un video de esos que circulan por las redes sociales en donde se muestra la supuesta conversación de un niño de 4 años que llama al 911, en Estados Unidos, para pedir al oficial de policía que leayude con unos deberes, ¡de matemáticas!

No estoy segura de que la conversación sea real, pero, cierta o no, me dio bastante qué pensar. El video pretende ser gracioso pero, de forma implícita, transmite una realidad que nos hace tener expectativas desproporcionadas sobre la capacidad de aprendizaje de las criaturas, desvirtuando así sus necesidades reales.

Mi primera reacción al escuchar la conversación fue de sorpresa: “¡16 menos 8! ¡Pero si eso es difícil hasta para mi! jajaja”. Luego me impresionó la clarividencia que tiene el niño cuando dice “¡sólo tengo 4 años!”, es decir, que el niño de alguna manera sabe que eso que le están pidiendo es exagerado.

 Pero ¿Cuáles son las necesidades reales de un niño de 4 años? Rebecca Wild en su libro «Libertad y límites. Amor y respeto» afirma que las necesidades auténticas son aquellas que son necesarias para el desarrollo emocional, físico y cognitivo de un niñ@, por ej., sacar objetos de un cajón a los 10 meses, lanzar objetos a los 18 meses, correr y saltar a los 2 años, etc.. Sí, precisamente aquellas conductas repetitivas que no entendemos porque nuestra criatura se empecina en hacer una y otra vez, y otra vez, y otra vez sin importar cuantas veces le hemos dicho que esa “x” no lo haga.
La primera y más importante necesidad auténtica que tenemos los seres humanos es el amor. De hecho, es tan importante que cuando l@s niñ@s no lo reciben pueden poner en riesgo otras necesidades de supervivencia. Cuando faltan el amor y el cuidado todas las otras necesidades se alteran tanto como cuando sufrimos carencias de elementos vitales como comida, agua, temperatura.
 Luego de esta necesidad, la siguiente es la cobertura de todos aquellos aspectos que nos mantienen vivos y saludables: alimento, cobijo, condiciones de salud favorables, protección, interacciones sociales adecuadas, etc.
 De manera resumidísima, a medida que el/la niñ@ se va desarrollando las necesidades varían: los primeros años de vida, hasta los 6 años, la prioridad está en la interacción sensoriomotriz que le permite experimentar el medio que le rodea y desarrollar sus habilidades motoras (sensopercepción, motricidad fina y motricidad gruesa), así como la adquisición del lenguaje para entrar en el intercambio humano y comprender las normas culturales del lugar en el que vive.
 Hacia los 7 años la motivación se traslada a la investigación de las leyes y regularidades que tienen validez en el mundo; es en este momento en el que realmente pueden cobrar sentido las matemáticas, no sólo porque hay el interés sino también porque cognitivamente se está preparado para comprenderlas. Hacia los 12 años se da la necesidad de abstracción y pensamiento formal, para plantearse la pregunta de “¿quién soy yo en el mundo?” y poco a poco se va acercando más a  la reflexión y autorreflexión. Todo esto sucede siguiendo un plan interno de desarrollo y crecimiento, por eso choca con nuestra forma de vida (sobre todo al principio) a menos que nos preparemos y adecuemos el espacio para garantizar que el/la niñ@ tenga la vivencia de que sus necesidades están básicamente aseguradas. Si falta un entorno adecuado surgirán problemas, si organizamos las cosas de forma que coincida con sus necesidades, las criaturas lo percibirán como una señal de nuestro amor.
Es innegable que l@s niñ@s de ahora tienen muchísimo menos tiempo para ser niñ@s, desde muy pequeñ@s ya van cargados de deberes y extraescolares, con agendas tan llenas como las de los adultos y muy poco espacio para el juego libre, la imaginación o incluso el aburrimiento. Ya lo decía Einstein “la imaginación es más importante que el conocimiento”, pero para que un/a niñ@ imagine, ha de tener tiempo. Y cuando hablo de tiempo me refiero a tiempo LIBRE, sin hacer NADA.
Sin embargo, al estar imbuidos en la vorágine de la competitividad y la “excelencia”, pensamos que en realidad debemos “preparar” a nuestr@s hij@s para el futuro sin preguntarnos ¿para cuál futuro? ¿serán felices yendo por ese camino, o en realidad les estamos preparando para un futuro neurótico, sobreexigente y poco satisfactorio? E incluso, una pregunta que me es más intersante es ¿cuál es la “preparación” que realmente necesitan las criaturas?
Es verdad que muchas veces no reflexionamos al respecto, basta con seguir la corriente del sistema e ir haciendo en cada momento “lo que toca”; así a los 3 años ya han de estar todo el día en la escuela y nosotros vamos teniendo nuestras listas de habilidades a alcanzar: a los 3, a los 4, a los 5… y si no se logran, mal vamos.
Hay un post de Alicia Bayer que me gusta mucho por la sencillez con la que expone algo que es muy profundo ¿qué debe saber un niño de 4 años?
Un niño de 4 años, según Alicia Bayer, debe saber:
1. Que le quieren por completo, incondicionalmente y en todo momento.
2. Que está a salvo y debe saber cómo mantenerse a salvo en lugares públicos, con otra gente y en distintas situaciones. Debe saber que tiene que fiarse de su instinto cuando conozca a alguien y que nunca tiene que hacer algo que no le parezca apropiado, se lo pida quien se lo pida. Debe conocer sus derechos y que su familia siempre le va a apoyar. ¿Cuánto de esto REALMENTE le transmitimos a nuestr@s hij@s?
3. Debe saber reír, hacer el tonto, ser gamberro y utilizar su imaginación. Debe saber que nunca pasa nada por pintar el cielo de color naranja o dibujar gatos con seis patas.
4. Debe saber lo que le gusta y tener la seguridad de que se le va a dejar dedicarse a ello. Si no le apetece nada aprender los números, sus padres tienen que darse cuenta de que ya los aprenderá, casi sin querer, y dejar que en cambio se dedique a las naves espaciales, los dinosaurios, a dibujar o a jugar en el barro.
5. Debe saber que el mundo es mágico y ella/el también. Debe saber que es fantástic@, list@, creativ@, compasiv@ y maravillos@. Debe saber que pasar el día al aire libre haciendo collares de flores, pasteles de barro y casitas de cuentos de hadas es tan importante como practicar la fonética. Mejor dicho, mucho más.
También incluye una lista super buena de lo que deben saber los padres, que vale la pena leer, varias veces y en distintos momentos. En todo caso es importante que tengamos en cuenta que restar a los 4 años no es en absoluto necesario, que nuestr@s hij@s no serán menos listos si no lo hacen, que cada uno aprende a su ritmo, pero sobre todo, que somos nosotr@s l@s p(m)adres quienes debemos ser los primeros en respetar y defender la infacia de l@s niñ@s. Los años pasan rápido y ya tendrán tiempo para las responsabilidades y preocupaciones del mundo de los adultos. No los empujemos hacia allá antes de tiempo, no queramos que sean “independientes” y “autónomos” antes de lo que toca pues en realidad perdemos más de lo que ganamos. 
Dejemos que sean niñ@s el tiempo que sea, el tiempo que necesitan y el tiempo que se merecen, y acompañemos su infancia mirando con sus ojos y empatizando con sus emociones, esto lo llevarán en el alma toda la vida, ¡en realidad se trata del mejor regalo que les podemos hacer!

Psicóloga Perinatal, con formación en psicología clínica y terapia de pareja y familia, especializada en maternidad, paternidad y crianza, y orientada desde la crianza respetuosa y el ecofeminismo.

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