Y la novela comienza con una cita de Eurípides, en Medea, para dar inicio al relato de un filicidio, rompiendo así, a palo seco, las costuras de un tabú. Quien haya leído la tragedia puede darse por advertido, la cosa promete.

Las Madres No, obra de Katixa Agirre, es una historia que atrapa desde el principio. En ella se narra la reconstrucción literaria que hace una escritora, madre reciente, de un caso de infanticidio cometido por otra mujer dos semanas antes de que la protagonista dé a luz. No hay detalles escabrosos ni cabida para el morbo, no hacen falta, el tema es inquietante por sí solo. Agirre nos lleva y nos trae, con destreza y elegancia, de la vida cotidiana de la escritora, su maternidad y sus ambivalencias, a la vida del segundo personaje protagonista: una madre que, como consecuencia de una psicosis posparto no diagnosticada, acaba con la vida de sus gemelos.

A las pocas páginas, la novela desnuda dos grandes tabús sobre la maternidad que nuestra sociedad ha impuesto desde siempre: el de la locura materna y el del deseo de las mujeres que son madres. El primero es, sin lugar a duda, el más inquietante, llamativo, y el que más graves consecuencias puede tener para las madres y sus criaturas. Las enfermedades mentales (o el sufrimiento psicológico del posparto) no diagnosticadas y no tratadas, son la principal causa de muerte de las madres puérperas. Sin embargo, poco se advierte a las mujeres embarazadas (y a sus parejas) de que cabe esta posibilidad; poco se informa o se indaga sobre su salud mental, o su estado emocional, durante los controles prenatales; y el seguimiento posterior, una vez las mujeres han parido, sigue siendo deficiente. Las estadísticas nos indican que 1 de cada 5 mujeres sufre algún tipo de malestar durante el embarazo o el posparto, y que el 75% de éstas no son diagnosticadas ni reciben el tratamiento correspondiente. Las Madres No, en este sentido, nos muestra a cielo abierto la parte más cruda de la psicopatología materna: la psicosis puerperal y el filicidio.

Un filicidio es siempre un acto en parte incomprensible. Puede poseer causas múltiples y diversas, pero su sentido último se nos escapa cada vez. ¿Qué puede empujar a una madre, a una mujer, a perpetrarlo? Sobre todo, ciertas condiciones y circunstancias, pues está claro que hay que estar en el límite de la desesperación más absoluta, o en un estado de fuerte enajenación mental, para acometer tal acto.

Cuando la causa de un filicidio es una idea delirante, ésta toma la forma de una certeza que no admite vacilación alguna. La mujer la vive siempre como un imperativo, una orden. A ella no le hace falta compartir su idea con el entorno (aunque a veces lo haga), e incluso en muchos casos ésta puede permanecer en estado latente, subliminal, hasta el momento mismo de su pasaje al acto, de su realización (no sin mostrar antes síntomas y signos prodrómicos críticos y de inestabilidad psíquica). Todo esto, al detalle, podemos leerlo claramente en el relato que nos hace Agirre.

Ahora bien, entrelazado al tabú de la locura, la obra nos desnuda también otro más, menos trágico, pero no menos dramático e intenso, y sí mucho más común: el del deseo de las mujeres que son madres, fuente de grandes malestares individuales y culturales, e incluso de conflictividad social.

“¡Las madres no pueden desear otra cosa que no sea el cuidado de sus criaturas!”, ese es el mandato. ¿Y qué pasa si se desea algo más, o bien distinto? ¿Qué sucede cuando añoramos también aquella vida que se tenía antes de la maternidad (la libertad, la capacidad de improvisar, el ser señoras de la propia vida y el propio tiempo, el no sentir la carga de la responsabilidad de que hay otro/a que depende de ti)? ¿Qué pasa con el derecho a no renunciar a tus propios sueños, a tus anhelos, a tus proyectos? ¿Puede acaso combinarse este deseo con el de ser una supuesta “buena madre”?

A estas preguntas, con sus correspondientes ambivalencias y conflictos, son a las que se enfrenta la protagonista del libro, dividida entre su deseo de cuidar a su hijo y el deseo de una habitación propia para escribir (al estilo Virginia Wolf), para crear, para ser sólo ella sin ser madre, aunque sea por un rato.

¿Cómo actuar como una “buena madre” sin traicionarse a sí misma? ¿Cómo entregarse sin someterse, sin que ese esfuerzo huela a forzamiento, a resignación, a inmolación? Estos son es los temas vibrantes y medulares que vertebran Las Madres No y que la autora resuelve de manera impecable para regalarnos la lección (y el alivio) de que amar a nuestros hijos no puede conllevar el abandonarnos a nosotras mismas, de que la maternidad tiene muchos caminos, y que se puede ser madre, incluso una “buena madre”, sin renunciar a aquello que también nos hace vibrar con y por ellos, con y por nosotras.

*Si quieres saber más sobre la psicosis posparto, no dudes en consultar  https://psicosisposparto.org/

Psicóloga Perinatal, con formación en psicología clínica y terapia de pareja y familia, especializada en maternidad, paternidad y crianza, y orientada desde la crianza respetuosa y el ecofeminismo.

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