Hoy se celebra el Día Mundial de la Salud Mental Materna, y quizás este año tenga más sentido que nunca el recordar la importancia de cuidar a las madres.

Para quienes aún no lo sepan, el Día Mundial de la Salud Mental Materna es una campaña impulsada a nivel global por diversas organizaciones, cuyo objetivo es generar en la sociedad una toma de conciencia sobre el sufrimiento psicológico, y el malestar emocional, que pueden padecer las madres y mujeres embarazadas. Sufrimiento o malestar que pueden presentarse desde el inicio de la concepción, durante el embarazo, desde el parto o en el posparto, y que afectan tanto a la madre, como al desarrollo del bebé intraútero, al establecimiento del vínculo madre-bebé, y al resto de relaciones significativas maternas.

Gestar, parir y criar en la era del Coronavirus, no está resultando nada fácil. Maternar en estos tiempos de pandemia tiene sabores agridulces. Si bien podemos disfrutar de la lentitud de los días, de la falta de compromisos que suele imponer el afuera, de tener tiempo para las pequeñas cosas, para estar presentes, cuidar y jugar sin prisas ni ruidos, atesorando paseos e inesperados momentos de deleite, también estamos padeciendo la cara oscura y dura de la pandemia: la soledad y el aislamiento en la que el confinamiento nos sumerge[1], la angustia ante la enfermedad, la fragilidad del cuerpo, la pérdida de seres queridos de los que no hemos podido despedirnos, la incertidumbre económica y social, la falta de referentes, de tribu, de apoyos reales, de contacto físico… en pocas palabras: la ausencia de todo aquello que sostiene a las madres y que les es tan necesario, imprescindible incluso, para poder sostener suficientemente bien a sus hijes.

A día de hoy, 6 de mayo del 2020, Día Mundial de la Salud Mental Materna, me atrevo a decir que todas las madres han perdido algo muy importante durante la pandemia, al menos tal y como se ha vivido en España. Pérdidas que tienen consecuencias particulares mucho más impactantes y trascendentes entre las mujeres que están, durante los meses del estado de alarma, pariendo, pasando por un posparto, o en el período de crianza temprana.

A nivel mundial, una de cada cinco mujeres, antes de la pandemia, sufría de algún malestar psicológico durante el período perinatal. Es casi seguro que, durante estos meses de confinamiento, muchas más se hayan visto afectadas: embarazadas angustiadas o deprimidas por su situación familiar, de salud, o por miedo al parto y al contagio, parturientas que se han encontrado con protocolos de atención al parto que no respetan las recomendaciones de la OMS -siendo maltratadas durante el parto, recibiendo intervenciones innecesarias, impidiendo el acompañamiento de su pareja, o separadas injustificadamente de sus bebés-, mujeres puérperas que se han encontrado atravesando sus primeras semanas, como madres, encerradas, sin referentes, sin el apoyo de su familia, sin su contacto físico, con dudas y miedos respecto a su salud y la de su bebé, con más hijes a cargo, con síntomas de Covid-19, con algún familiar sufriendo y muriendo, con dificultades o crisis en la relación de pareja… Las mujeres que han padecido algunas de estas situaciones -cuando ya de por sí éste es un período emocionalmente vulnerable-, lo han vivido con ningún o pocos apoyos reales, y en muchos casos sin atención, sin diagnóstico, sin intervención, sin contención y sin acompañamientos que no sean virtuales.

En este sentido, otro dato importante, que el Día de la Salud Mental Materna intenta visibilizar, es que el 75% de las mujeres que padecen algún malestar psicológico no son diagnosticadas, ni reciben ningún tratamiento. Esta cifra también está lógicamente aumentando en tiempos de Covid-19.

Además, existen otras situaciones que, como factores de riesgo, también pueden afectar a la salud mental de las madres, y que no han dejado ahora de darse: tener un bebé prematuro o ingresado, por ejemplo; sufrir un aborto o una muerte perinatal; vivir en condiciones adversas como pobreza, problemas laborales, familiares, migración, violencia, etc. Nuevamente, sumémosle a ello el Covid-19, y el panorama se agrava.

Si una madre no está bien, no está en las mejores condiciones para maternar a su hije, para establecer un vínculo fuerte que le permita a la criatura desarrollar un apego seguro, ser adecuadamente libinizado y acunado en amor. Y las cosas como son: el sufrimiento psicológico en la etapa perinatal no se va solo. Las mujeres que pasan por alguno de estos trastornos necesitan de ayuda especializada para salir de ello, necesitan espacios grupales donde relacionarse con otras madres que también estén criando, y necesitan de todo el apoyo que se les pueda dar a nivel familiar y social, para garantizar su mejoría.

Cuando pase el confinamiento y el estado de alarma, muchas madres requerirán de espacios seguros y contenedores donde poder hablar, drenar y elaborar lo vivido para dejar así atrás su malestar, teniendo les profesionales siempre en cuenta el respeto y las particularidades de cada historia, de cada situación. No podemos olvidarnos de que la falta de tratamiento tiene consecuencias a corto y largo plazo que pueden ser devastadoras, tanto para las mujeres, sus hijes, como para sus parejas.

Cualquier malestar o sufrimiento psíquico que pueda estar padeciendo una mujer durante su embarazo, o posparto, precisa de un acompañamiento psicológico y emocional, de escucha atenta y cálida, y un apoyo apropiado y continuo.

 ¿Y qué se puede hacer mientras las opciones sigan siendo limitadas?

Es evidente que, ahora mismo, pensar en grupos de apoyo emocional o de crianza es inviable, así como lo es que las madres se desplacen a otros lugares para recibir tratamiento. Sin embargo, hay muchas iniciativas que pueden conseguirse en las redes. Claramente, no es lo mismo, pero ante la imposibilidad del contacto cara a cara, lo virtual se carga de sustancia, y cobra más sentido. Hay muchas iniciativas valiosas de grupos de apoyo online, así como también la posibilidad de realizar tratamiento psicológico bajo la misma modalidad. Es aconsejable buscar espacios de autocuidado, y potenciar el contacto con los familiares y otras mujeres que se encuentren pasando por la misma situación vital, aunque sea a través de videollamadas. Sin duda, aunque nos deje carentes del contacto físico y de la calidez de la presencia, algo es mejor que nada.

Por otro lado, es importante que las madres o sus parejas puedan detectar los síntomas de que algo no anda bien a nivel anímico, o emocional, y buscar la ayuda profesional pertinente. Para esto es necesario no relativizar, racionalizar o normalizar el sufrimiento psicológico, desprendernos de la imagen idealizada de la maternidad o de que requerir ayuda profesional es sinónimo de debilidad. A pesar de que la situación que ha generado esta pandemia nos ha traído mucho malestar a nivel general, ciertos niveles de sufrimiento, angustia, miedo o tristeza no son normales, ni convenientes, no tenemos porqué padecerlos, y deben ser debidamente atendidos y acompañados.

Para finalizar, creo que es muy importante resaltar que los proveedores de salud que están en contacto con madres -ginecólogos/as, matronas, enfermeras pediátricas, pediatras y médicos/as de familia- deben tener presente que la situación del Covid-19 va a generar más depresiones y sintomatología ansiosa durante el embarazo y el posparto, más síntomas de estrés postraumático -si se vivió un parto intervenido por el miedo al contagio del coronavirus-, más duelos complicados por las múltiples pérdidas que se pudieron vivir, más dificultades en la relación de pareja, etc. Situaciones todas, que no solamente pondrán en riesgo la salud mental de la madre, sino también la de los/as niños/as a su cargo. Tenedlo presente, y cuidemos bien de las madres.

[1] No olvidemos que la soledad es un factor de riesgo para la depresión posparto.

Psicóloga Perinatal, con formación en psicología clínica y terapia de pareja y familia, especializada en maternidad, paternidad y crianza, y orientada desde la crianza respetuosa y el ecofeminismo.

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