“El embarazo, especialmente el primero, es un proceso trascendente
y crucial en la vida de una mujer, ya que en ese momento puede confirmar
su fertilidad y su capacidad de crear una nueva vida. Es una etapa que
impone la necesidad de adaptarse a grande cambios; no sólo porque
el cuerpo adquiere un gran protagonismo, sino también porque se trata
de una importante experiencia emocional.”
Ana Cigarroa.

Durante el embarazo no solamente ocurren muchos cambios a nivel físico, psicológicamente también nos enfrentamos a transformaciones profundas de las cuales, a menudo, no somos conscientes pero que dejan su huella en nuestro día a día.

Prepararnos para ser madres es una tarea física y psicológica y si bien mucho de lo que ocurre se da de manera natural o instintiva,  lo “maternal” también conlleva una gran carga de la herencia cultural de cada una, de aprendizajes, y de nuestras propias vivencias. La maternidad es un proceso biológico, psicológico y sociocultural que se da en la vida de las mujeres y que comienza a organizarse desde la infancia a través de la relación con la propia madre.

¿Cuáles son estas transformaciones psicológicas que se dan mientras estamos gestando?

Normalmente se considera que, durante un embarazo normal, se pasa por tres fases. La primera fase comienza cuando confirmamos el embarazo y se extiende un poco más allá del primer trimestre, aproximadamente las 15 semanas. En esta etapa se pueden padecer dos tipos de angustia: una asociada a los cambios que sufre el cuerpo, y la otra es el temor de que el desarrollo del bebé se de adecuadamente, muchas veces esta última es más inconsciente y se expresa a través de los sueños.

De este modo la embaraza pasa por períodos de turbulencias emocionales llenos de sentimientos contradictorios que se alternan constantemente. Es normal pasar de la alegría al llanto o de la tranquilidad al enfado en cuestión de minutos. Estos cambios de humor son consecuencia de los cambios hormonales de la gestación, pero también de estas angustias que están operando en nuestro interior aunque no seamos conscientes de ellas.

La segunda fase se inicia a partir de la percepción de los movimientos del bebé y se prolonga por un período de tres o cuatro meses, más o menos hasta la semana 34. Es el período más importante porque la percepción del bebé produce cambios que empiezan a dar cabida a la aparición de sentimientos maternales: el deseo y el placer de sustentar al bebé. “Aparece la necesidad imperiosa de dar alimento, sostén, apoyo a ese ser dependiente que vive en el interior de su cuerpo, que es parte de ella pero que al mismo tiempo comienza a diferenciarse como otro ser.”[1]

También es frecuente durante este período revivir algunas vivencias de la infancia y de la relación con la propia madre, incluso llegando a sentir nuevamente la vulnerabilidad infantil. Es un período muy intenso en el que nos podemos encontrar reconciliándonos con algunos aspectos de nuestra madre o, por el contrario, enfrentándonos al dolor de heridas antiguas que creíamos que estaban sanadas o traumas infantiles supuestamente superados. Todo esto ligado al deseo de proteger al futuro hij@ de cualquier sufrimiento que hallamos vivido nosotras.

El modo de relación que cada mujer ha tendido con su propia madre influye en el modo en el que se vinculará con sus propios hij@s, ya que la identidad adquirida está vinculada a la relación materna primaria.

La tercera y última fase comprende las últimas cuatro a seis semanas de gestacióny está caracterizada por las reacciones físicas, los bruscos cambios corporales ante un embarazo avanzado, y la preocupación por la inminencia del parto o la posibilidad de una cesárea (Cigarroa, 2011). Es el período de los temores y el miedo a tener un parto prematuro, complicaciones, inducciones, posibilidad de cesárea e incluso aparecen algunas fantasías de que algo vaya mal en el parto o con el bebé.

Para algunas mujeres el embarazo puede ser una de las etapas más enriquecedoras de su ciclo de vida, pues es un período placentero en el que es posible lograr una mayor maduración y crecimiento del self. Pero, para otras el embarazo es una experiencia dolorosa y atemorizante por múltiples causas y situaciones. Los distintos factores que podrían provocar vivencias negativas y traumáticas durante el embarazo pueden ser de origen orgánico, fisiológico, psicológico, social y cultural y serán diferentes según la historia singular y los antecedentes obstétricos de cada mujer (Pines, 1994)[2].

La ambivalencia emocional es el afecto más intenso y frecuente que se observa en la mujer durante el embarazo, el parto y el puerperio. Ésta se expresa normalmente a través de los temores, las dudas, los miedos sobre si “seré capaz de” (parir, aguantar el dolor, dar de mamar, ser buena madre, estar a la altura de, etc., etc.), o a través de los sentimientos encontrados de alegría por el embarazo y al mismo tiempo de hastío o molestia por los síntomas que éste pueda estar generando: nauseas, mareos, fatiga, pesadez, dificultades para descansar, etc.

Muchos de estos sentimientos, principalmente los negativos, se viven en soledad. La venida de una nueva vida da tantas razones para la celebración que la expresión de lo negativo no suele tener cabida. Lo mejor que podemos hacer si nos sentimos agobiadas o muy angustiadas con estas emociones y lo que ellas representan es buscar espacios de escucha y comprensión: grupo de madres embarazadas, grupos de madres con recién nacidos, el acompañamiento de una doula, compartir estas emociones en la visita con la comadrona o, si es necesario o una lo prefiere, buscar apoyo de un psicólogo perinatal. Lo fundamental es no comenzar a transitar la maternidad en solitario y buscar, desde antes que nazca el bebé, espacios de contención, acompañamiento y apoyo.

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Veinte Recomendaciones Básicas para Sobrellevar el Postparto

[1]Cigarroa, A. (2011) Embarazo Normal y Embarazo de Riesgo. En: “Travesías del Cuerpo Femenino”. Buenos Aires: Letra Viva Editorial.
[2] Pines, D.(1994). La Importancia de la evolución psíquica temprana para el embarazo y el aborto”. En: “Mujeres por Mujeres”. Lima: Biblioteca Peruana de Psicoanálisis.

Psicóloga Perinatal, con formación en psicología clínica y terapia de pareja y familia, especializada en maternidad, paternidad y crianza, y orientada desde la crianza respetuosa y el ecofeminismo.

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